El último de los nuestros.
Ya está. Fin.
Es extraño empezar un texto por el final, pero así es. Hasta el principio, tiene un fin.
Tan extraño como escribir esto sin saber que lo iba hacer. Y no, no es que no me esperase tu partida, sino que, ni por asomo, pensaba que la anunciarías hoy. Así que aquí me tienes, escribiendo sin digerir.
En fin, extraña es esta sensación de saber que te vas, y no es que duela, es que sabe mal, como esa caña antes de almorzar… no era el momento ni el lugar. Es extraño. Tan extraño como será ver una carrera de motos sin ti ahí, dando al gas. Aunque lo extraño es verte ahora como estás, esa es la verdad, pero eso… eso es antinatural. Sin más. Ni más que hablar. Por eso te vas. Y podríamos verte correr mil años más, sí, aunque sea por detrás, eso da igual. Tú ya ganaste tu lugar.
Te pediría 2 añitos más, pero entiendo que, sabiendo lo que hay, tengas ganas de marchar. Y no te voy a juzgar. Es lo normal, aunque tú nunca fuiste normal, por eso alguno se resistía a dejar de soñar. Pero ya está. Fin. A despertar. Te vas. No hay gas en el manillar.
Contigo muere algo que no sé qué es, ni como llamar. Perdemos tanto que es imposible comprender y explicar. Solo el tiempo lo dirá. Y pondrá a cada uno en su lugar. Y el tuyo, amigo, está en lo alto del pedestal. Te crees que lo sabes, pero te vas a enterar.
Muchos dicen que cambiaste el motociclismo, pero yo no comparto esa opinión. Tú no cambiaste nada. Tú lo cuidaste, mimaste y lo hiciste aún más grande y bello de lo que era. Por eso somos tantos los que te admiramos. Te encargaste de seguir el legado que te enseñó Graziano, ese que marcaron los Nietos, los Barrys, los Kevin y toda esa cuadrilla que formaron este deporte; los grandes, las leyendas. Y tú… tú eres la última de ellas. La puntillita final del motociclismo de verdad.
Te criaste por las calles de tu pueblo, como la mayoría de nosotros, con las 50cc de 2 tiempos dando por culo a tus vecinos. Y mira si estábamos locos que, incluso el casco, era más estorbo que la policía. Crecimos en esa época sin saber que éramos la última generación que disfrutaría de esa demente pureza. Fuimos los últimos que limamos las camisas y los transfers’ de los cilindros, y no para ganar cavallos’ precisamente, sino por pura pasión y diversión. Y eso, tío, se te ha notado en pista qué no veas.
Llevas esto muy adentro, tanto, que lo tuviste que sacar a fuera. Y eso, eso es lo que te agradezco, que lo sacases, porque con ello educaste hasta al motero más ignorante. Arrastraste contigo a millones de ellos, sabios e ignorantes, e hiciste que naciesen millones más. Y no, no te hablo de las hordas de aficionados que has traído a este deporte, no, te hablo de las hordas de moteros a los que metiste por vena esta pasión. Ni te imaginas cuántos son.
Yo, no fui uno de ellos, ya que a mí me la dejó entrever Kevin Schwantz, aunque el que me la empezó a meter fue el irreconocible Crivillé. Pero tú, amigo, tú me la metiste hasta al fondo y sin vaselina.
Empezaste destacando con tu estilo propio y tu personalidad desbordante en las categorías pequeñas, y confirmaste de qué estabas hecho con la 500 de 2 tiempos. Empezaste en el 96, y en el 2006, ya tenías siete u ocho mundiales a tus espaldas. En el 2009 ganaste el último, el 9º. Y en el 2015, ganaste el 10º, aunque éste, solamente está inscrito en el corazón del amante de las carreras, y de nadie más. Ese, nos pertenece a nosotros. Y bien sabes que es más real que cualquiera de los otros 9, porque éste, piloto, este te lo dio el pueblo, y eso es pa’ enmarcar. Solamente tienes que escuchar y observar.
Pero poco importan los números al lado de un grande como tú. A los grandes pilotos no se les mide por victorias y mundiales. Pero tú, hasta de eso vas sobrao’, cabrón. Y eso que, en su momento, te bajaste de esa cómoda Honda victoriosa y te pusiste a labrártelos con esa Yamaha perdedora. Decían que ganaba la moto y no el piloto, y les callaste la boca con esa clase que tú tienes. Y sí, no ganaste tantos mundiales como podrías haber hecho si te hubieses quedado, seguro, pero te ganaste el respeto de los nuestros. Que, a fin de cuentas, es lo que más cuenta. Aun así, 9+1 mundiales no están nada mal, no te quejarás, aunque merezcas muchos más.
Pero nos dejas muchos momentos irrepetibles, adelantamientos imposibles y batallas impresionantes. Tu legado llegará al infinito y perdurará más de lo que podrás abrazar. Esas carreras quedarán al lado de las de Wayne y Kevin Schwantz. Se escribirán muchas crónicas sobre ti, se recordará incontables veces maniobras como las de Laguna Seca, o esas apuradas de frenada en Montmeló, y cómo no, esa lección en Sepang. Ahí te ganaste el poco respeto que te quedaba por ganar, y partiste a la afición en dos. El motero de Instagram y el motero de verdad. Cada uno se puso en su lugar. Fue como un filtro espectacular, en el que quedó a la vista las carencias del mundial. Ni Kevin Schwantz los pudo aplacar, y mira que lo explicó genial, pero qué va, de donde no hay, no se puede sacar. Pero poco a poco lo entenderán.
Aunque curiosa y sinceramente, para mí, lo que te hizo grande en este deporte, es decir; las victorias y los mundiales, es lo menos importante de ti. Para mí, tu grandeza reside en tu pasión, en tu amor por este deporte, por la moto y las carreras. Tu defensa acérrima y tu pasión hacía ellas. Eso es lo que me hizo verte especial. Además, mamón, has tenido siempre una gracia innata y una personalidad original, de propiedad. Todos te imitarán, hasta los que se creen más grandes que ninguno. Eso es lo que hay. Lo que dejarás. Una historia sin igual. Por mucho que te intenten igualar.
Y sí, hoy anuncias que te vas, solamente 9 carreras más, dejando huérfano a este mundial, que está muriendo y matando por igual. Somos la última generación que habrá vivido los últimos coletazos del motociclismo antes de convertirse en la Fórmula 1 de las dos ruedas. Es el ciclo de la vida, dicen. Así que imagínate si están podridos, qué hasta lo aceptan sin encenderse.
Pero nosotros somos afortunados, porque al menos, hemos sentido lo que era eso. Y aunque ahora carece de sentido, yo, al menos, seguiré tu legado, el de Nieto, el de Shenne, el de Schwantz, el de Rainey, Kocisnky, Abe, Marco, etc… y siempre siempre, recordaré de que está hecho el motociclismo, hasta que muera, él o yo. Porque esto… esto es lo más grande que me has enseñado, Valentino, a mí y a todos. Nos enseñaste a amar la moto, a defender las carreras y al motociclismo. Por eso eres el referente de tantos. Por eso eres tan grande. Ni mundiales, ni mierdas, lo que cuenta es la leyenda. Una leyenda que hemos tenido la suerte de vivir. Así que, solamente, te puedo celebrar. Aunque me duela de verdad.
Gracias Valentino.
PD: La moto te quiere, y el motero… ni te cuento.
MotoGPito.