Mis disculpas, Dani.
Hace tiempo que quería hacer esto, y puesto que se ha anunciado que Daniel Pedrosa correrá como WildCard en el GP de Austria, he encontrado el momento idóneo.
Con todas las publicaciones que he hecho, hay únicamente dos de las que me arrepiento mucho, y hoy, aprovecharé para recoger cable. Y no, no lo haré por eso qué dicen de que rectificar es de sabios, no, sino que lo haré por vergüenza ajena-propia.
La primera de ellas ya lo he hablado algunas veces tras la metedura de pata, y es lo del Coronavirus, que al principio le quité importancia, y aunque no fuese mi intención, es lo que hice. Y aunque no fui mal encaminado del todo, fue ridículo tratar a este virus como una especie de gripe nueva que dará por el culo un tiempo, pero poco más. Así que fue una metedura de pata en toda regla. Está claro. Pero al no ser sobre motos y puesto que me guie por la opinión de un amigo que es doctor (al que ahora, por cierto, llamo Dr. Bosé), intento no darle demasiada importancia por importante que fuese el error, ya que no era mi tema.
Pero hay una publicación que sí que me atormenta. Incluso la borré por lo injusta y desacertada que me pareció al leérmela pasado un tiempo. Y es que hay que reconocer que fui tremendamente injusto con Dani Pedrosa en su última etapa, pero sobre todo, lo fui en la ‘carta abierta’ que hice de despedida cuando lo dejó. Recuerdo que un lector la definió con mucha gracia: «Bipolaridad exquisita», por esa mezcla de halagos y críticas que formaban esa carta abierta. Seguro que algunos veteranos la recordáis. Tampoco es que dijese nada descabellado, pero fui demasiado duro con él, seguro, y ahora pienso que no se lo merecía, pues no era justa.
Lo culpé a él de todo, y casi casi que me marqué un Ernest Riberas, analizando tan pobre y torpemente su bajada de rendimiento y su poca sangre encima de la moto. Hoy, entiendo que no fue simplemente culpa de él, sino que había mucho más en su repentina bajada de rendimiento. Y es que, Dani, al ser un piloto tan especial y sumamente sensible (para lo bueno y para lo malo), fue el primero en notar y acusar esa entrada al Mundial de la centralita y los Michelín. La primera víctima.
Si recordáis, fue el primer piloto de cabeza que empezó a hacer resultados tremenda y extrañamente pobres. Los dos primeros años se defendió «bastante bien», sí, aunque varios pilotos ya empezaron a dar muestras de un cambio de rendimiento, unos para mejor y otros para peor, pero Dani, que estaba entre ellos, se llevó la peor parte. Y ya en el tercer año de centralitas y Michelín, decidió retirarse al verse maltratado por su equipo, por la moto y por el mundo de la competición circense.
De repente, todos nos olvidamos de quién era Dani, y solo vimos a un piloto que se había rendido ante su compañero de equipo. ¿Qué hace haciendo el 8º mientras su compañero de equipo gana? ¿Por qué parece no importarle? ¿Dani tiene sangre o tiene horchata? ¿Qué le pasa?
En ese entonces, las motos aún parecían motos y las carreras parecían carreras, por eso, muchos nos confundimos. Lo tratamos igual que habíamos hecho siempre con un piloto que solamente se quejaba de la moto. Lo que no sabíamos aún es que, el motociclismo, había cambiado. Y ya no estábamos viendo MotoGP, sino que estábamos viendo el inicio de MotoPC.
Hoy, Lorenzo, Viñales y Rossi, nos han enseñado que, lo de Dani, era normal. Igual que, Dovizioso, Oliveira, Nakagami o Binder, nos han enseñado que, lo de Marc, era normal. Eso que le pasaba a Dani no era él, era la moto. Eso que criticamos no era él, era la centralita y los Michelín. Lo que pasaba es que todavía no éramos conscientes.
A mí, Dani, nunca me gustó, aunque me tenía enamorado. No me gustaba por esos aires de Ghandi del motociclismo que llevaba. No me gustaba por sus leccioncitas y sus excusitas. Me cayó como una patada en los huevos esas feroces e injustas criticas hacía Simoncelli, que Dani abanderó con sus declaraciones y que provocaron que Marco tuviese que venir escoltado a correr en Montmeló bajo amenazas de muerte por los gorritas de nuestra (cada vez más patética) afición. No me gustaban muchas cosas de Dani, cierto, como esa falta de sangre y garra en carrera, pero me encantaban muchas otras, tanto encima como al bajarse de la moto, siempre lo dije. Por eso fui tan crítico con él, por el aprecio. No por desprecio.
Y no, no hablaremos de lo técnico y maravillosamente fino que es Dani con una moto. Todos sabemos lo bueno que es pilotando una moto. Pero a Dani, además y sobre todo, hay que agradecerle que siempre ha mirado por el motociclismo. Porque lo ama. Y eso, se nota. Si no, míralo como tras 3 o 4 años de retirada, el tío, sigue como piloto probador y con ganas de volver a meterse en una carrera y sentir el cuerpo a cuerpo, aunque sea por el 20º puesto, no le preocupa. Y, eso, dice mucho de un piloto (por muy raro que te suene).
Dani, antes, tenía mi respeto, pero ahora, también tiene mi admiración. No solamente por esto, evidentemente, sino porque ahora, con algo más de perspectiva, entiendo cosas que antes no entendí y no me permitieron valorarlo como merecía. Hoy, me retracto, y aunque no sea uno de mis pilotos predilectos, Dani, estará siempre entre mis PILOTOS preferidos, esos a los que agradezco lo que hacen y dicen, porque hacen grande a este deporte. El nuestro.
Gracias, y disculpas atrasadas, Dani.
MotoGPito.